En este blog, y en homenaje a la cultura prehispánica de lo que hoy es México, se ha hecho referencia a la estructura piramidal del rock mexicano: en la cúspide está Saúl Hernández, tlatoani, y el resto de los músicos están acomodados en orden descendente en función de los grados de separación que tengan con él. Así, en el segundo peldaño de la pirámide de arriba a abajo, están gentes como Alfonso André, Federico Fong, Juan Ga, y el ahora redimido Alejandro Marcóvich.
Al ser producidos por Steven Brown, la Banda Regional Mixe (BRM) está en el cuarto peldaño de la pirámide (José Manuel Aguilera, músico de Jaguares en el primer disco está en el segundo peldaño; Steven Brown, líder de Nine Rain, banda para la que Aguilera tocó, está en tercero). Un cuarto peldaño no está nada mal. Molotov ni siquiera está en la pirámide, por ejemplo.
El disco debut de BRM, Re: Mixes, incluye música de pachanga de orquesta oaxaqueña tradicional, pero también, y en eso está el valor agregado del disco, fusiones con géneros como el jazz, o con banda balcánica. Si a uno no le gusta la música de pueblo, hay que esperar a la quinta canción ("Che vecino") para empezar a ver cómo se fusionan las tubas oaxaqueñas con la guitarra electroacústica, pero a partir de ahí todo es de subida hasta los dos últimos tracks, que vuelven a la música de pueblo. Como ejemplo de las fusiones, encontré este video de BRM tocando con el propio Steven Brown. Excelente:
Las partes experimentales del disco; es decir, las que se salen del esquema de música de pueblo, me parecen interesantísimas, aunque en algunas ocasiones fracasan miserablemente por culpa de la tuba, siempre la maldita tuba, que asfixia todos los sonidos delicados, como puede serlo el clarinete o la guitarra. De cualquier forma, este es un disco hay que darle más de una oportunidad (a la primera, todo suena como música de pueblo; es a partir de la segunda o la tercera que se empieza a distinguir y a apreciar las fusiones).
La historia de BRM es también de lo más interesante. Steven Brown, en expedición por Oaxaca, oyó a esta banda, formada por adolescentes de Tlahuitoltepec, en la Sierra Mixe, a tres horas al oriente de Oaxaca (full disclosure: la información sobre la ubicación de Tlahuitoltepec está tomada del booklet del disco; el autor nunca ha estado en Oaxaca). Brown armó, junto con Julio García y Leovigildo Martínez Vásquez, el director de la banda, un taller musical en el que los miembros de la banda aprendieron técnicas de composición e interpretación. El proyecto tomó dos años desde que Brown descubrió la banda por primera vez.
Para no perder la costumbre, este disco está financiado con dinero público. CONACULTA puso una parte, y la otra salió del presupuesto de la LX Legislatura de la Cámara de Diputados. Más allá de preferencias ideológicas, cualquier persona con dos dedos de frente puede entender por qué CONACULTA financia el disco y el perfeccionamiento técnico-musical de una banda tradicional de niños de escasos recursos.
Lo que es realmente fascinante es que la Cámara de Diputados tenga una partida para este tipo de cosas. Si usted creía que el mandato de la Cámara de Diputados consistía solamente en pasar leyes y humillar en público a secretarios de Estado en sus comparencencias legislativas, resulta que no. Después de trabajar durante horas, días y meses, por el bien de la Patria, los prohombres que velan por el bien de la Nación y nos dan leyes justas todavía tienen el tiempo de elegir entre varios proyectos (un titipuchal, seguramente) y decidir cuál van a financiar. Su clarividencia no solamente es jurídica, económica y social; también abarca al arte.
El prócer que sacrificó horas de sueño para que el proyecto cultural de BRM fuera financiado por la Cámara de Diputados fue el Ciudadano José Alfonso Suárez del Real (ojo, en su website se sigue presentando como diputado), ex Presidente de la Comisión de Cultura de la misma Cámara de Diputados, y al cual obviamente se le agradece en el disco, en el DVD, y en el librito. También se le agradece al Sr. Arturo Saucedo, asesor del Diputado Suárez, y pieza clave en las aportaciones que éste da a la Patria.
El C. Suárez del Real también forma parte de los visionarios que, en abril de 2009, en medio de la peor crisis económica que vivió el país desde 1995, logró que el Poder Legislativo otorgara a los mexicanos el derecho al "acceso a la cultura", consagrado en el artículo 73 de la Constitución Mexicana. El C. Suárez del Real quería que dicha prerrogativa formara parte de las garantías individuales (derechos fundamentales, para los no versados en leyes mexicanas) bajo el artículo tercero, pero legisladores más serios (o tecnócratas neoliberales anti-cultura, dependiendo del lado del espectro político en el que uno se coloque) lo mandaron al artículo 73.
Quizá usted crea que lo más eficiente sería que todo el dinero asignado a cultura a nivel federal sea gestionado por CONACULTA, o por la agencia cuyo logotipo le parezca el más bonito. Si ese es el caso, si usted realmente cree que el gasto público se asigna con criterios de eficiencia, es que usted no ha entendido nada. La Cámara de Diputados (y la SRE, y la SHCP, y el Banco de México) tienen partidas dedicadas a cosas que no tienen nada que ver con su mandato y función originales (cultura es el caso más obvio) porque son cosas que se ven bonitas, que lavan la cara institucional.
El dinero que se le dio a BRM es un ejemplo de cómo las conexiones políticas pueden lograr que un proyecto reciba dinero público en México (¿por qué BRM sí recibió dinero y otras bandas no¿), y de la disfuncionalidad con la que se maneja el presupuesto cultural. Y eso en el mejor de los casos. En el peor, si a usted no le gusta el disco, esta es una muestra del desperdicio de nuestros impuestos que día a día nos restriegan los políticos.
No obstante, desperdicio o no desperdicio, corrupto o no corrupto, el dinero que se gastó en este proyecto en particular valió la pena. Durante dos años, los 20 ó 25 chavos de BRM tuvieron un objetivo, una razón para no irse "al otro lado", o para no hacerse sicarios, o para no irse de narcomenudistas a la capital de Oaxaca, o al D.F. La idea de aprender música, grabar un disco, y luego irse de gira, debió haber sido impresionante para esos chicos, debió abrir un mundo con el que quizá ni soñaban.
Que este sueño siga depende de los ciudadanos. No podemos esperar a que el C. Suárez del Real agarre hueso de nuevo para que financie el segundo disco de BRM. Y esto quiere decir una sola cosa: hay que comprar el disco, no bajarlo ilegal de internet.
La historia de BRM es también de lo más interesante. Steven Brown, en expedición por Oaxaca, oyó a esta banda, formada por adolescentes de Tlahuitoltepec, en la Sierra Mixe, a tres horas al oriente de Oaxaca (full disclosure: la información sobre la ubicación de Tlahuitoltepec está tomada del booklet del disco; el autor nunca ha estado en Oaxaca). Brown armó, junto con Julio García y Leovigildo Martínez Vásquez, el director de la banda, un taller musical en el que los miembros de la banda aprendieron técnicas de composición e interpretación. El proyecto tomó dos años desde que Brown descubrió la banda por primera vez.
Para no perder la costumbre, este disco está financiado con dinero público. CONACULTA puso una parte, y la otra salió del presupuesto de la LX Legislatura de la Cámara de Diputados. Más allá de preferencias ideológicas, cualquier persona con dos dedos de frente puede entender por qué CONACULTA financia el disco y el perfeccionamiento técnico-musical de una banda tradicional de niños de escasos recursos.
Lo que es realmente fascinante es que la Cámara de Diputados tenga una partida para este tipo de cosas. Si usted creía que el mandato de la Cámara de Diputados consistía solamente en pasar leyes y humillar en público a secretarios de Estado en sus comparencencias legislativas, resulta que no. Después de trabajar durante horas, días y meses, por el bien de la Patria, los prohombres que velan por el bien de la Nación y nos dan leyes justas todavía tienen el tiempo de elegir entre varios proyectos (un titipuchal, seguramente) y decidir cuál van a financiar. Su clarividencia no solamente es jurídica, económica y social; también abarca al arte.
El prócer que sacrificó horas de sueño para que el proyecto cultural de BRM fuera financiado por la Cámara de Diputados fue el Ciudadano José Alfonso Suárez del Real (ojo, en su website se sigue presentando como diputado), ex Presidente de la Comisión de Cultura de la misma Cámara de Diputados, y al cual obviamente se le agradece en el disco, en el DVD, y en el librito. También se le agradece al Sr. Arturo Saucedo, asesor del Diputado Suárez, y pieza clave en las aportaciones que éste da a la Patria.
El C. Suárez del Real también forma parte de los visionarios que, en abril de 2009, en medio de la peor crisis económica que vivió el país desde 1995, logró que el Poder Legislativo otorgara a los mexicanos el derecho al "acceso a la cultura", consagrado en el artículo 73 de la Constitución Mexicana. El C. Suárez del Real quería que dicha prerrogativa formara parte de las garantías individuales (derechos fundamentales, para los no versados en leyes mexicanas) bajo el artículo tercero, pero legisladores más serios (o tecnócratas neoliberales anti-cultura, dependiendo del lado del espectro político en el que uno se coloque) lo mandaron al artículo 73.
Quizá usted crea que lo más eficiente sería que todo el dinero asignado a cultura a nivel federal sea gestionado por CONACULTA, o por la agencia cuyo logotipo le parezca el más bonito. Si ese es el caso, si usted realmente cree que el gasto público se asigna con criterios de eficiencia, es que usted no ha entendido nada. La Cámara de Diputados (y la SRE, y la SHCP, y el Banco de México) tienen partidas dedicadas a cosas que no tienen nada que ver con su mandato y función originales (cultura es el caso más obvio) porque son cosas que se ven bonitas, que lavan la cara institucional.
El dinero que se le dio a BRM es un ejemplo de cómo las conexiones políticas pueden lograr que un proyecto reciba dinero público en México (¿por qué BRM sí recibió dinero y otras bandas no¿), y de la disfuncionalidad con la que se maneja el presupuesto cultural. Y eso en el mejor de los casos. En el peor, si a usted no le gusta el disco, esta es una muestra del desperdicio de nuestros impuestos que día a día nos restriegan los políticos.
No obstante, desperdicio o no desperdicio, corrupto o no corrupto, el dinero que se gastó en este proyecto en particular valió la pena. Durante dos años, los 20 ó 25 chavos de BRM tuvieron un objetivo, una razón para no irse "al otro lado", o para no hacerse sicarios, o para no irse de narcomenudistas a la capital de Oaxaca, o al D.F. La idea de aprender música, grabar un disco, y luego irse de gira, debió haber sido impresionante para esos chicos, debió abrir un mundo con el que quizá ni soñaban.
Que este sueño siga depende de los ciudadanos. No podemos esperar a que el C. Suárez del Real agarre hueso de nuevo para que financie el segundo disco de BRM. Y esto quiere decir una sola cosa: hay que comprar el disco, no bajarlo ilegal de internet.
No comments:
Post a Comment