Era cuestión de tiempo antes de que a alguien se le ocurriese mezclar el son jarocho con la música tradicional de Levante. Hanine y Son Cubano pusieron la muestra al fusionar la salsa cubana con las canciones de amor típicas libanesas en Arabo Cuban, uno de las producciones musicales más populares de las que se tenga memoria en Líbano. Soumaya Baalbaki hizo lo propio con Arabtango. No obstante, al adaptar canciones levantinas popularescomo "Otlob Inaiya", "Bahlam Ma3ak", o "Albi Mouftahou", es evidente que ambos discos fueron hechos para el mercado libanés. De Beirut a Cosamaloapan es el primer intento, del que yo tengo noticia, de traer la música tradicional levantina de sus fronteras y darle una perspectiva global.
La música levantina tradicional no es fácil de disfrutar para los oídos occidentales. Las tonalidades y las escalas son diferentes a lo que estamos acostumbrados, y como ejemplo baste éste. Al intentar combinar la atonalidad de la música levantina con la riqueza tonal de la música jarocha, De Beirut a Cosamaloapan es un experimento arriesgadísimo que salió bien. La mejor muestra del carácter experimental de este disco el "Son para Karime", son jarocho tocado con clavecín, acompañado de viento y percusiones prehispánicas, y laúd levantino. Se oye raro y lo es, pero suena bien y, para el oído conocedor, familiar y auténtico pero a la vez refrescante. "El pochitoque", mezcla de zapateo tabasqueño con naqam libanés también se encuentra en esa línea y de paso muestra que Líbano y Tabasco tienen más en común que la alianza entre AMLO y Slim para resucitar el Centro Histórico de la Ciudad (con cargo al erario, por supuesto).
De Beirut a Cosamaloapan es un disco que no aburre. Uno lo puede escuchar tres o cuatro veces seguidas y descubrir algo nuevo cada vez. La ya mencionada fusión entre música levantina y jarocha, la reivindicación de la música barroca a través del uso del clavecín y de la interpretación de "La Romanesca" de Antonio Valente, y la combinación de ritmos de todo el mundo como en "Rumba" hacen que el escucha no deje de poner atención.
Este disco fue financiado, al menos en parte, por la UAM Xochimilco. Si usted quiere disfrutar de la música y no infringir los derechos de autor, tiene que pagar 9.99 dólares estadounidenses o su equivalente en pesos mexicanos, a pesar de que la producción recibió dinero público.
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