Tuesday, February 4, 2014

Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana - José Carlos Mariátegui

El Virreinato aparece menos culpable que la República. Al Virreinato le corresponde, originalmente, toda la responsabilidad de la miseria y la depresión de los indios. Pero, en ese tiempo inquisitorial, una gran voz cristiana, la de fray Bartolomé de Las Casas, defendió vibrantemente a los indios contra los métodos brutales de los colonizadores. No ha habido en la República un defensor tan eficaz y tan porfiado de la raza aborigen.

Si en su vigésimo aniversario pocos se acordaron del EZLN, menos aún tendrán idea de quién fue José Carlos Mariátegui. Y, sin embargo, Mariátegui es uno de los pensadores más importantes que hayan existido en Iberoamérica: el Che Guevara tomó parte de sus ideas para desarrollar su teoría foquista; Sendero Luminoso se reclamó heredero e implementador del pensamiento de Mariátegui, y los presidentes indigenistas (Correa, Evo Morales, y en cierta medida el recientemente fallecido Hugo Chávez) del presente son herederos de su legado, aunque no lo digan o no lo sepan. Cuando se volvió un movimiento indigenista (en sus orígenes lo que querían era renegociar el TLCAN), el EZLN fue el segundo ensayo sistemático de implementar el mariateguismo.

Mariátegui fue el primer intelectual marxista iberoamericano que desarrolló una vertiente propia de teoría socialista que eventualmente desembocó en lo que hoy se conoce como indigenismo. Antes de él, el marxismo en Iberoamérica estaba dividido en dos grupos: por un lado estaban los intelectuales que se limitaban a repetir los dogmas del marxismo-leninismo; por el otro se encontraban los auténticos revolucionarios que estaban muy ocupados haciendo la revolución como para sentarse a teorizar y a sistematizar sus pensamientos. Emiliano Zapata, el único caudillo revolucionario socialista antes de Mao que le dio su justo valor al problema de la tenencia de la tierra, plasmó su ideario político en el Plan de Ayala en lugar de hacer libros y panfletos revolucionarios. En ese sentido, es muy destacable que la Revolución Mexicana, mencionada ocasionalmente por Mariátegui, no dejó un teórico de altura. La escasa herencia teórica de la Revolución Mexicana  se debe en parte a que, en realidad, en México hubo más de guerra civil que de revolución; en parte también, a que algunas de las ideas de la revolución se plasmaron en la Constitución de 1917: había que construir un país, no escribir libros; pero en gran parte, la poca trascendencia téorica de la Revolución Mexicana se a que los pocos intelectuales que hubo en el movimiento armado se limitaron a repetir los mantras de sus contrapartes europeos. 

Mariátegui no tomó las armas: estaba discapacitado de una pierna y murió muy joven (35 años), además de que en el Perú de su época no estaban dadas las condiciones objetivas o subjetivas para que una vanguardia obrera, estudiantil, o campesina se atreviera a derrocar el régimen demoburgués. No obstante, la importancia de Mariátegui no puede ser menospreciada. Por un lado, logró adaptar los preceptos y postulados del socialismo científico a una realidad totalmente diferente en la que Marx desarrolló su teoría. Con ello, Mariátegui fue el primer intelectual, en  todo Iberoamérica, en postular y probar que el problema de la pobreza indígena es, fundamentalmente un problema económico, específicamente de tenencia de la tierra, y no uno cultural o racial, como cree (y sigue creyendo) una gran parte de la burguesía de la región. Al respecto, vale la pena destacar el siguiente fragmento de “El problema del indio”:
“La cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administración o policía, con métodos de enseñanza o con obras de vialidad, constituye un trabajo superficial o adjetivo.” 
“El indio, a pesar de las leyes de cien años de régimen republicano, no se ha hecho individualista. Y esto no proviene de que sea refractario al progreso como pretende el simplismo de sus interesados detractores. Depende, más bien, de que el individualismo, bajo un régimen feudal, no encuentra las condiciones para afirmarse y desarrollarse. El comunismo, en cambio, ha seguido siendo para el indio su única defensa.”
Como suele ocurrir con los análisis marxistas, la descripción conceptual de la situación del indígena por parte de Mariátegui es impecable: el problema de la pobreza indígena en Iberoamérica es fundamentalmente económico y todo lo demás son distractores. El problema, como también suele ocurrir con el marxismo viene con la parte normativa: para resolver el problema económico de los indígenas, Mariátegui propone volver al comunismo practicado por los incas antes de la llegada de los españoles. Para resolver el futuro, hay que saltar al pasado. Peor aún: a pesar de lo que digan las ONGs y los buenistas europeos, hay muchísima evidencia histórica que indica que el Imperio Inca fue lo que más se le pareció a la Gestapo hasta el nacimiento de la propia Gestapo; en alguna ocasión, Mario Vargas Llosa llegó a especular que la razón por la que los incas no tuvieron un sistema de escritura fue porque los propios incas lo prohibieron.

Mariátegui es consciente de las limitantes que un regreso al comunismo inca pondría a las libertades individuales pero asume el costo intelectual que esto representa: 
“Al comunismo inkaico [sic] –que no puede ser negado ni disminuido por haberse desenvuelto bajo el régimen autocrático de los Inkas [sic]-, se le designa por esto como comunismo agrario.”
¿Es relevante el mariateguismo a la luz del fracaso del foco guevarista, la narcotización de Sendero Luminoso, la irrelevancia del EZLN, el desastre económico de Ecuador, y la ópera bufa en la que se ha convertido Bolivia? Más o menos:

Dos textos de Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana son completamente irrelevantes hoy porque son textos de coyuntura: “El proceso de la instrucción pública” y “El proceso de la literatura”. El primero es una crítica a personalidades y políticas públicas implementadas en su momento; ya no es importante para el debate político actual salvo para sacar alguna cita despampanante. El segundo es una monografía sobre escritores peruanos del siglo XIX e inicios del XX, que quizá tenga algún valor para los estudiantes de literatura peruana más allá de la siguiente mención sobre César Vallejo: “Vallejo interpreta a la raza [indígena] en un instante en que todas sus nostalgias, punzadas por un dolor de tres siglos se exacerban.”

De los otros 4 ensayos, “Regionalismo y centralismo” trata sobre un tema perenne en el debate político peruano y toral en la última refundación del Estado: la descentralización. Este ensayo sigue siendo altamente relevante, aunque no tanto como durante la década pasada.

Los otros tres ensayos (“Esquema de la evolución económica”, “El problema del indio”, y “El problema de la tierra”) son sumamente relevantes y lo seguirán siendo mientras los indígenas en Perú y en Iberoamérica sigan estando excluidos de las estructuras productivas de la sociedad. Como mencioné anteriormente, el diagnóstico de Mariátegui es impecable: la pobreza de los indígenas, y cada vez más el narcotráfico, es un tema económico, y fundamentalmente de tenencia de la tierra. Mientras ese tema no se resuelva y no avancemos todos juntos, no avanzará nadie.



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