"Esta crisis en picada de la identidad nacional la expresa con fuerza la imagen final de este libro, obra de Francisco Toledo"
-Enrique Florescano
Ponerle título a un libro debe ser un proceso bastante complejo. De éste depende, muchas veces, que los lectores se acerquen a una obra o no. En ese sentido, los autores (o sus agentes y casas editoriales) muchas veces escogen títulos estrafalarios y rimbombantes para atraer lectores, aunque el contenido muchas veces genere expectativas que no se cumplen. Quizá una buena regla de dedo para escoger buenos libros al azar podría ser desconfiar de entrada y por principio de los libros con título largo.
Imágenes de la Patria, de Enrique Florescano, sufre de ese problema pero al revés. El título sobrio del volumen no le hace un favor a su inmensa riqueza. Imágenes de la Patria no habla solamente de las formas en que la idea de la patria mexicana y sus antecesores (el Virreinato, el México Prehispánico) se han representado gráficamente. Este volumen es también un repaso de las políticas educativas y culturales que ha adoptado el Estado Mexicano desde la República Restaurada hasta el sexenio de Vicente Fox, así como de la relación entre aquél y los intelectuales desde la Revolución Mexicana.
Al tomar en cuenta sus antecedentes educativos, no sorprende que Florescano asocie la representación gráfica de la Patria con la educación. Florescano obtuvo sus estudios de doctorado en la Sorbona, siendo las élites de su generación las últimas que se educaron de forma masiva en Francia, antes de que Estados Unidos se convirtiera en su destino favorito. La idea de que la escuela es el lugar donde se forman a los ciudadanos, así como la de dotar a la Patria de un rostro, son eminentemente francesas. Marianne ha sido la imagen de la República Francesa desde la Revolución, y siempre se ha buscado que su cara sea bonita. En los últimos años, incluso, se ha contratado a actrices profesionales para que sean "el rostro de la Patria."
Florescano no lo menciona porque se centra en los aspectos políticos y sociales de la representación gráfica de la Patria, pero tomando en cuenta que ésta encierra un ideal estético, no deja de ser interesante y frustrante que las representaciones femeninas de la Patria en México desde la Revolución hayan buscado premiar el realismo (y a veces exageración) de la mujer fea sobre la idealización de la mujer bonita. El mensaje implícito, cada vez más común entre los mexicanos, y cada vez más una posición políticamente correcta, es que nuestra Patria es fea. Para muestra basta este triste y horripilante botón de Ernesto Tamáriz, ilustre artista vanguardista con conciencia social, enemigo de los poderosos, y los epítetos de siempre.
Imágenes de la Patria se inscribe en la tradición de México a través de los siglos de Vicente Riva Palacio, las obras de Justo Sierra, y el Laberinto de la Soledad de Octavio Paz, en el sentido de que busca abordar la historia de México desde una perspectiva integral y prácticamente desde que se pobló el territorio nacional. En una época en que el estudio de la Historia en México se entiende como la producción de monografías minimalistas, o reflexiones sobre la metahistoria incomprensibles para el ciudadano común (y a veces para el mismo autor), el carácter holístico y el lenguaje claro de Florescano son de agradecerse bastante. Y lo mejor: Historias de la Patria es un volumen relativamente breve, con fotografías bastante claras y con una calidad de papel bastante buena. En resumen, Florescano demuestra, a contrapelo de lo que creen varios, que la Historia y la cultura pueden ser rentables comercialmente (el libro es publicado por Taurus).
Este libro es tan bueno que contiene cosas incluso para los tecnócratas-neoliberales-asesinos-y-etcétera que creen que las gráficas de Excel (el link es para mis lectores revolucionarios que, por estar en la selva defendiendo al pueblo, no han descubierto este programa computacional) cuentan historias: Imágenes de la Patria contiene una gráfica de barras y otra circular ("gráfica de pie", le decíamos en la escuela) que muestran cómo el Estado financió murales de una forma absurda entre 1930 y 1960. En alguna ocasión, escribí sobre el mural del Palacio de Gobierno de Tlaxcala, el cual destaca por su ideología antirrevolucionaria y anti-Diego Rivera; en los años de gloria del PRI, el Estado podía darse el lujo de despilfarrar tanto que ni siquiera se daban cuenta del producto por el que estaban pagando.
Los últimos dos capítulos del libro, que abarcan la historia de México desde el gobierno de Cárdenas hasta el de Fox pueden resultar un poco decepcionantes para los interesados en el arte, ya que contienen más texto y reflexiones históricas que gráficos. Esto se compensó parcialmente con una exposición montada en el MUNAL con motivo del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, cuya curaduría estuvo a cargo del propio Florescano. La exposición, desafortunadamente, ya fue retirada. Queda pendiente una segunda edición del libro.
Una reseña del libro (más bien una reflexión en torno a él) escrita por Sabina Berman y publicada en Letras Libres está disponible aquí.
Y abajo, una entrevista con Florescano:
Los Tamáriz son una familia de alcurnia poblana. Si el artista viene de ahí, creo que le pudo haber costado mucho trabajo encontrar la modelo.
ReplyDeleteEfectivamente: Tamáriz es poblano, según el website "Buenas Tareas", por lo que es factible suponer que pertenece a la plutocracia poblana. El website es: http://www.buenastareas.com/ensayos/Ernesto-Tamariz-Escultura-Mexicana-Del-Siglo/119762.html
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