Soy la sombra de mí mismo, en busca de aquello que es sombra.
A veces me detengo al borde de mí mismo y me pregunto si soy un loco o un misterio muy misterioso.
-Fernando Pessoa
Fernando Pessoa legó a la posteridad un enorme baúl lleno de textos literarios cuyas delicias seguimos descubriendo hasta ahora. El baúl incluye diversos diarios, escritos en diferentes etapas de la vida del autor. Estos documentos han sido recogidos por la editorial Gadir en un pequeño, elegante, y bonito volumen titulado, obviamente, Diarios.
Pessoa es admirado tanto por la calidad de su poesía, como por el desarrollo teórico del concepto de la heteronimia. A nivel académico, existe un debate que intenta definir si la figura del heterónimo es diferente a la del pseudónimo. El hecho de que Pessoa no haya publicado nada en vida bajo el nombre de sus heterónimos no ayuda a resolver la cuestión. En un “Cuadro bibliográfico” incluido en Diarios, Pessoa define así lo que es un heterónimo:
“Los escritos de Fernando Pessoa pertenecen a dos categorías que podemos llamar ortónimas y heterónimas. No se puede decir que sean autónimas o pseudónimas, porque ciertamente no lo son. La obra pseudónima es del autor en persona, con la salvedad del nombre con el que la firma; las heterónimas son del autor fuera de su persona, de una individualidad completa fabricada por él, como lo serían las afirmaciones de cualquier personaje de cualquier drama que escribiera.”
Aunque el sentido común indica que el debate sobre lo que es un heterónimo debiera quedar zanjada con esta breve descripción, provista por la persona que introdujo el concepto a la teoría literaria, podemos estar seguros que eso no ocurrirá: los académicos, principalmente los que se dedican a las humanidades, viven de publicar textos incomprensiblemente rebuscados que nadie lee dándole vueltas interminables al mismo tema, incluso (especialmente) los que fueron creados por una persona muerta que intentó ser lo más clara posible. En el fondo, los académicos que se dedican a las humanidades tienen todos los incentivos para no ponerse de acuerdo: si dos humanistas con visiones opuestas llegan a ponerse de acuerdo en el tema en el que se especializan, lo más seguro es que desaparezca su área de trabajo.
Para los que compramos la idea de que un heterónimo es una figura literaria y metaliteraria real, los textos sin firma incluidos en Diarios están envueltos en una capa de misterio impenetrable: ¿leemos a Pessoa o a un heterónimo?
En cualquier caso, los textos que sí están firmados nos permiten descubrir lo que pasaba por la cabeza de Pessoa (o del heterónimo firmante). Al ser un solitario, publicar poco en vida y reservarse lo mejor de su literatura para el mítico baúl, la vida de Pessoa es un misterio, por lo que los diarios nos ayudan a comprender mejor lo que pasaba por la cabeza de Pessoa en el día a día. Además, para los que conocen el trayecto literario del autor, los diarios abren espacio a todo tipo de especulaciones, particularmente sobre la decisión de Pessoa de no publicar en vida.
El primer diario, datado en 1906, fue escrito en inglés, al igual que los primeros libros publicados por Pessoa en vida. Los diarios de esta época son extremadamente aburridos y petulantes: Pessoa sólo habla de sus cursos de filología, de los libros que lee, y de su superioridad intelectual frente al resto de la gente (este rasgo, por cierto, prevalecerá en todos los demás diarios). Es significativo que estos primeros diarios hayan sido escritos en inglés. Pessoa había ganado el “Premio Reina Victoria de estilo en inglés” en 1903, convocado por el Instituto de Durban, Sudáfrica, ciudad donde pasó su infancia. Además de creer que el premio le iba a abrir las puertas del éxito y de considerarse más inteligente que el resto del mundo, Pessoa tenía la certeza de que la poesía isabelina era el estilo literario más logrado que haya logrado la humanidad. Por ello, decidió empezar a escribir poesías isabelinas, creyéndose Shakespeare.
Los libros escritos en inglés por Pessoa fueron un fracaso total, y es que nada más hay que imaginar el cuadro de un portugués intentando escribir en una lengua extranjera con arcaísmos y en una estructura literaria en desuso desde hace cuatro siglos . Por si fuera poco, uno de los poemas ("Antinous") habla sobre erotismo homosexual, por lo que la crítica literaria victoriana (es decir, el irrelevante segmento de la crítica que se ocupó de los textos incomprensibles de un portugués exótico) lo despedazó. He buscado extensamente ediciones de los míticos poemas de Pessoa en inglés. Solamente he podido encontrar esta edición, que recoge un pequeñísimo segmento de la producción literaria de Pessoa en inglés, y cuyo prefacio reconoce que, más allá del interés académico, no vale la pena leer los poemas del libro.
A partir de ahí, los diarios indican que todo va de picada en la vida de Pessoa, al menos en lo que concierne a la literatura. Poco a poco pasamos de fragmentos como este:
“Mi intelecto ha adquirido una versatilidad y un alcance tales que me capacitan para asumir cualquier emoción que desee y entrar, según mi voluntad, en cualquier estado mental. En la dirección hacia lo que siempre es una lucha y una angustia, la integridad, no hay libro que pueda prestar ayuda.”
A fragmentos como este:
“He dejado de interesarme por la gente meramente inteligente; Wells, Chesterton, Shaw. Las ideas de estos personajes son similares a las de muchas personas que no escriben; la construcción de su obra es una suma nula.”
O este, en el que Pessoa abomina de la literatura, otrora su gran amor:
“He descubierto que la lectura es una forma de soñar esclavizada. Si he de soñar, ¿por qué no soñar mis propios sueños?”
El punto emocional más bajo del libro, no obstante, es este:
“13-6-1916
Y así he llegado a mi vigésimo octavo cumpleaños sin haber hecho nada en la vida: nada en la vida, nada en las letras, o en mi propia individualidad. Hasta el día de hoy, he probado el fracaso hasta sus últimas consecuencias. Ah, ¿hasta cuándo tendré que seguir probándolo?
Cuanto más examino mi consciencia, menos me perdono a mí mismo por la nulidad de mi vida.”
Además de amargura, los Diarios están llenos de la altanería propia del fracasado que se cree un genio incomprendido. Pessoa siempre miró por encima del hombro al resto de la humanidad, y justificó su decisión de no publicar basado en el argumento de que nadie lo entendería:
“Fernando Pessoa no tiene intención de publicar – al menos en un período largo de tiempo – ningún libro ni folleto. Al no tener un público que los lea, se considera dispensado de gastar inútilmente, en dicha publicación, su propio dinero, del que carece, y para hacérselo gastar inútilmente a cualquier editor haría falta una preparación para el proceso al que dio su apellido al nostálgico Manuel Peres Vicário, anteriormente citado.”
Pessoa tenía algo de razón al creer que sus poemas en portugués estaban adelantados a su época. No obstante, al leer los Diarios y ponerlos en el contexto de los libros en inglés, es evidente que el fracaso isabelino fue determinante en la decisión de Pessoa de no publicar.
A través de los Diarios podemos darnos cuenta también de la filiación política de Pessoa, aspecto espinoso de su vida y que escritores políticamente correctos de nuestra época que se reivindican como admiradores suyos, como José Saramago, pasan por alto. Además de desconfiar del criterio y de la capacidad intelectual de las masas, rasgo común en los hombres de su época, Pessoa apoyó a la dictadura militar que desembocó en el salazarismo, en un panfletillo que ahora está en el olvido (disponible gratis aquí en portugués). Aunque a mediados de los 30 Pessoa se había desencantado de la dictadura, su presencia le dio una justificación más para no publicar:
“No es que no publique porque no quiera: no publico porque no puedo. Que nadie piense que estas palabras están dirigidas contra la Comisión de Censura; no hay nadie que tenga menos motivos que yo para quejarse de esa comisión. La censura obedece, a pesar de todo, a ciertas directrices, y todos nosotros sabemos cuáles son, más o menos, esas directrices.
Sin embargo, se da el hecho de que la mayor parte de las cosas que yo escribo no podrían ser aceptadas por la censura. Puedo no poder limitar el impulso de escribirlas; domino fácilmente, porque no lo tengo, el impulso de publicarlas, y no voy a importunar a los censores con un material cuya publicación tendrían forzosamente que prohibir.”
No quiero dar la impresión de que los Diarios muestran a un hombre amargado y fracasado que busca excusas para no mostrarle a la gente lo que él considera un intelecto superior, aunque algo hay de eso. Los Diarios también contienen unas cuantas gemas literarias aunque, evidentemente, no tantas como los libros de Pessoa dedicados a… la literatura y a la poesía.
Como suele ocurrir con las memorias o los diarios de un autor, este no es un buen libro para descubrir a Pessoa, aunque el lector familiarizado con él puede a entender mejor el por qué de la melancolía que permea su obra. Los Diarios humanizan a un autor que, al estar envuelto en el misterio, se ha vuelto intangible, casi divino. Y, al humanizarlo, lo vuelven más cálido y cercano a nosotros.
Qué tienes contra los humanistas!!! Déjame decirte que sin los Quarterly, ni los Journals, ni las Reseñas de libros irrelevantes los árboles se retorcerían de tristeza y Platón (que escribió a Sócrates que no quería ser escrito) se retorcería en su tumba.
ReplyDeleteDe los heterónimos tienes toda la razón, es una discusión yerma, pero no creo que los humanistas son quiénes más hayan discutido sobre el tema (yo me acuerdo de haber escuchado al Nicaragua hablar horas de un tal esquizoanálisis pessoano: holly molly). Por otro lado, me parece interesante que una mera función narrativa (¿qué hacen los narradores sino inventarse voces, y por ende personajes, con las cuales narrar historias?), se haya vuelto en la poesía todo un evento. Háganle un dibujito a cada narrador de Balzac y van a tener no tres, sino cien heterónimos!! Mais bon.
Me encanta lo de la decepción Pessoana!! No sabía que fuera tan creídito. Por eso seguro no quería enviar sus manuscritos: temor a ser rechazado y que le dijeran que era más bien malo. Lo mismo de Kafka. Gente tan insegura la que hay en las letras. Y de vez en cuando un Vargas Llosa para nivelar la balanza.
Gracias por el texto, está muy bueno!!
Yo a los humaistas los quiero porque se hacen las preguntas que todos los demás tenemos miedo de preguntarnos.
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