Se ha vuelto un lugar común decir que México cambió en 1994: el levantamiento zapatista, el asesinato de Colosio, la quiebra del país, la entrada en vigor del TLCAN, y la elección de Ernesto Zedillo, que hasta la fecha es el único presidente mexicano que ha reconocido que ganó en condiciones inequitativas, se citan como el conjunto de momentos que llevaron a la transformación del país. Los historiadores, y cada vez más los periodistas y los comentócratas, tienen fama de hacer observaciones tan mesiánicas como esas. Aún si asumimos que el país realmente cambió gracias a uno o a todos esos acontecimientos, es obvio que las condiciones objetivas y subjetivas que llevaron a ellos tomaron mucho para concretarse: hay reportes de grupos guerrilleros entrenando en el sureste desde los 80; el TLCAN se negoció en 6 años, y el PRI, y con él la sociedad mexicana, fue cambiando lenta y paulatimanente desde su creación en 1929. Los cambios históricos no ocurren de un día a otro: empiezan sin que nos demos cuenta y después a algún listo se le ocurre decir que, en una fecha específica, un acontecimiento llevó a un cambio profundo de las cosas.
Con la música es más fácil. Los discos nos permiten (o nos permitían) aseverar con exactitud cuándo un movimiento artístico, un país, o un artista, cambia. Y así, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el rock mexicano cambió en 1994. En ese año, Caifanes sacó El Nervio del Volcán, que a la postre sería su último disco, y Café Tacvba sacó Re, su segunda producción discográfica. En 1994 se efectuó el relevo generacional y de clase del rock mexicano: Saúl Hernández, el chavo banda de la Colonia Guerrero, fue revelado por los chavos universitarios de Ciudad Satélite, ese lugar cuyos primeros residentes fueron, según Carlos Monsiváis, la primera generación de norteamericanos nacidos en México. Desde entonces, ninguna banda de estrato social bajo ha triunfado a gran escala. Café Tacvba puso de moda las cajas de sonido. Así, con el cambio generacional, murió el único intento serio que han hecho los músicos mexicanos de ser virtuoso con los instrumentos: Lino Nava y Marcóvich le dieron paso a los hermanos Rangel y sus imitadores que, si bien no están mal, no son un dechado de virtudes. Con Re, Café Tacvba puso el ejemplo de la música que debía hacerse para ganarse a la clase media (aspiracional y auténtica) y alta y el tipo de gente que tiene posibilidades de triunfar: los hipsters.
En alguna ocasión leí o escuché que, en los años 60, El Tri empezó a cantar lo que la gente de México, para que, veinte años después, Caifanes empezara a interpretar lo que esa misma gente sentía. En Re, Café Tacvba sintetizó ambas cosas. Con Re, Café Tacvba se afianzó como la única banda mexicana que no sentía vergüenza de ponerse pantalones de mezclilla sin penacho (Caifanes) ni necesidad de gritar como un histérico las mismas necedades durante 30 años (El Tri). Nadie, ni siquiera el propio Café Tacvba, ha sintetizado tan bien todas las corrientes del rock comercial mexicano desde entonces y, a la luz de la evolución musical del propio Café Tacvba, es evidente que ellos no lo van a hacer en lo que les queda de carrera.
Recientemente, la versión en inglés de Rolling Stone catalogó a Re como el mejor disco de rock latino de la Historia. Y de hecho, desde que salió, se ha dicho que lo mejor de Re es la forma en que combina rock-pop con diversos ritmos musicales populares mexicanos como la tambora, el bolero, y la norteña, así como referencias al pasado prehispánico del país (verbigracia "El fin de la infancia", "Madrugal", obviamente "Ingrata", y "El Tlatoani del barrio"). A mí me gusta plantear esa aseveración de una forma un poco diferente: Re muestra, como en su momento lo hizo "La Negra Tomasa" de Caifanes, o Molotov cantando canciones de José José, que los mexicanos no somos rockeros. Ni siquiera pop-rockeros. Si una banda mexicana quiere triunfar comercialmente, tiene que hacer una mezcla con algún ritmo tradicional (por suerte, la cultura tradicional es mexicana es tan rica que hay mucho de dónde escoger sin repetirse o copiar demasiado a otras bandas), hacer un cóver de una canción tradicional o de los años 50-60 (juego que Café Tacvba entendió a la perfección, como demuestra su Avalancha de Éxitos), incluir términos y juegos de palabras que sólo entienden los mexicanos o, ya si de plano no da la creatividad, tomarse fotos en algún palenque de Paquita la del Barrio. Una banda que haga referencia exclusivamente al rock como se entiende en Estados Unidos y Europa está destinada a fracasar rotundamente o, en el mejor de los casos, a ser una banda de una canción y punto.
Re es un buen disco, el mejor que ha hecho Café Tacvba si excluimos su Unplugged, que no es otra cosa que una interpretación acúsitca del propio Re... En cierta forma, y gracias a las combinaciones que hace de rock-pop con ritmos tradicionales mexicanos, es una excelente introducción a la música mexicana para extranjeros o para clasemedieros que no salen mucho de la ciudad. Involuntariamente, Re es el equivalente a los últimos libros de Carlos Fuentes, destinados más a los extranjeros que a los propios mexicanos.
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