De Carlos Monsiváis dijo Octavio Paz que no era "un hombre de ideas, sino de ocurrencias." También dijo, según Luis González de Alba, que su humor estaba basado en "pepenar basura y regodearse en mostrar la imbecilidad de un diputado... siempre y cuando nadie la haya puesto en duda." El propio González de Alba dijo también que el oportunismo de Monsiváis lo llevaba a "encabezar batallas previamente ganadas por otros." Por la primera frase, entre otras cosas, el lumpenproletariado estudiantil de la UNAM quemó la efigie de Paz desde 1977 hasta su muerte.
Paz y González de Alba hicieron estos comentarios de Monsiváis cuando todavía estaba vivo. Jesús Silva-Herzog Márquez tuvo que esperar a la muerte del cronista para escribir, en medio de un panegírico, que "si su prosa fue intraducible es porque, a veces, resulta ilegible." Ouch. (Silva-Herzog es catedrático universitario, por lo que me imagino que algo sabrá de textos ilegibles...)
A Monsiváis lo leen (o lo leían) los veinteañeros hipsters (alternativos, en español) y los comunistas de la Colonia Roma y la Condesa, que no son otra cosa más que treinteañeros, cuarentones, o cincuentones hipsters. El resto del público desistía después de 5 ó 10 años (yo puedo decir, orgullosamente, que desistí a los 4), ya fuera porque sus textos resultaran incomprensible, o porque sus chistoretes se tornaran repetitivos (pasó los últimos 20 años de su vida burlándose de las prohibiciones del PAN de Guanajuato a que las burócratas usaran minifalda). El problema es que nadie, nunca, se atrevía a decir que el rey iba desnudo. A Monsiváis, López Portillo le dio el Premio Nacional de Periodismo; Calderón le hizo un homenaje póstumo en Bellas Artes (recinto que, de teatro pasó a ser mausoleo rotante de hartistas); Ebrard le hizo un museo con sus enseres personales y, estoy convencido, se harán escuelas públicas con su nombre cuando los senderistas, los polpotianos, y los putschistas de la izquierda mexicana gobiernen al país. González de Alba atribuye tanto poder a su amplia memoria (no se necesita mucha inteligencia para entender por qué alguien capaz de recitar todas las películas de María Victoria de memoria es intimidante) y a la red de informantes que tenía en la intelligentsia mexicana.
Nunca compré un libro de Monsiváis. Los que veía en las librerías eran recopilaciones de sus artículos periodísticos, y como no entendía sus artículos periodísticos, no veía el objetivo de invertir mi dinero en ellos. Recientemente, me regalaron Maravillas que son, sombras que fueron, libro póstumo que, como todos los libros póstumos, fue publicado recientemente por sus familiares para lucrar con su memoria. publicaron sus familiares para lucrar c que trata sobre la historia de la fotografía en México.
Maravillas que son trata sobre la historia de la fotografía en México y es (oh, sorpresa...) una recopilación de artículos de Monsiváis o introducciones a catálogos de fotógrafos amigos suyos. La introducción es relativamente legible; al menos, se entienden las ideas principales: una explicación cómo la fotografía pasó de ser la única forma en que los pobres se retrataran a parte del (meta)discurso nacionalista del priísmo, a una parte del periodismo contestatario e izquierdista. El resto de los capítulos (25) son panegíricos a diferentes fotógrafos. Como es el caso en este tipo de libros, si uno no conoce de antemano a los homenajeados, es fácil aburrirse o perder el hilo -incluso en textos comprensibles. Si a eso uno le suma que, en un texto sobre fotografías el escritor hace inevitablemente referencia a fotografías que uno no conoce necesariamente, es evidente que este libro no es adecuado para el gran público; es adecuado para los fotógrafos homenajeados, para sus familiares, o para los tesistas de licenciatura de comunicación o artes visuales en busca de algún epígrafe para su disertación.
A continuación, se presenta un video de Monsiváis hablando de María Félix en su espacio habitual de los martes en el Noticiero de López Dóriga en Televisa. El video data de 2002, cuando Emilio Azcárraga le coqueteaba a López Obrador y le dio entrada a varios de sus intelectuales orgánicos, incluyendo al propio Monsiváis, Elenita Poniatowska, y otros. A pesar de eso, las huestes lopezobradoristas y los del 132 han bloqueado las instalaciones de Televisa en repetidas ocasiones (pacíficamente madreando policias, of course).
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