En mi post sobre El último príncipe del Imperio Mexicano analicé la proliferación de novelas históricas en México. En realidad, en los últimos años, México ha sido testigo de una gran oferta de libros de Historia dedicados al gran público: desde biografías hasta análisis de episodios históricos en específico como el Telegrama Zimmerman, pasando por volúmenes que pretenden revelar la "verdadera" Historia de México, la oferta de libros de divulgación es muy amplia.
Las cosas no siempre fueron así. Hasta hace poco, las publicaciones sobre Historia en México eran de dos tipos: loas pagadas por el gobierno a los héroes y miembros panteón nacional, o monografías microhistóricas sobre temas tan apasionantes como la vida en los claustros de monjas en la ciudad de Puebla en el siglo XVII; estas últimas publicaciones, obviamente pagadas con dinero oficial (¿qué empresario en su sano juicio va a publicar un libro sobre monjas en el siglo XVII¿) servían para sobornar y cooptar a un sector de la academia (humanidades, historia, sociología) que podía ser crítico con el gobierno.
Dos factores hicieron que los historiadores comenzaran a salir, poco a poco y a reculones, de sus laberintos y su torre de marfil y se dedicaran a la divulgación: en primer lugar está la llegada del PAN al poder y la democratización del poder, que significó que los historiadores no oficiales (los que no estaban en la nómina del gobierno) tenían carta blanca para ajustar cuentas con el panteón oficial -y de paso engrosar las nómina de los organismos culturales del gobierno. Todos oíamos de niños que el PRI ocultaba la "verdadera" Historia de México; con el PAN muchos estuvieron dispuestos a contarla y otros tantos a comprarla. En segundo lugar, cuando llegaron a México, las editoriales españolas como Alfaguara y Planeta, creyeron, pendejamente y sin razón desde mi perspectiva, que México era un país de lectores. Se dejaron deslumbrar por la FIL de Guadalajara. Cuando llegaron a México, las editoriales españolas empezaron a publicar un montón de libros de Historia "verdadera" y no oficial. Durante unos años operaron con pérdidas, hasta que eventualmente el nicho de mercado se desarrolló y se consolidó.
Como todo mercado, la oferta es multivariada: hay libros muy buenos y otros que se colaron quién sabe por qué. El libro de Catón sobre Antonio López de Santa Anna pertenece al segundo grupo, aunque en este caso sí sabemos por qué Diana decidió publicarlo: la razón es que Catón es uno de los columnistas más leídos del país y, por lo tanto, es un éxito de ventas seguro. Si no lo agarraba Diana, otra editorial lo habría hecho.
No tengo nada en contra de las novelas históricas. Y me parece que la biografía es una rama de la Historia que ha sido injustamente menospreciada por la intelligentsia mexicana en general. Lo que me molesta del libro de Catón es que, haciéndose pasar por biografía, en realidad sea un panfleto con un solo mensaje: que la culpa de todas las desgracias nacionales es de los liberales radicales, y en específico de Valentín Gómez Farías, acaso el personaje más anticlerical del siglo XIX mexicano. Metodológicamente, el libro de Catón es un insulto. En algún momento dice que la situación de la deuda externa en México está peor hoy que en el siglo XIX, sin importar que en el siglo XIX México fue invadido militarmente precisamente por problemas de deuda, escenario que está lejos de materializarse hoy. Para decir que Gómez Farías era un traidor a la Patria que tenía contacto con las logias masónicas de Estados Unidos (sic), Catón recurre al libro Historia de la Iglesia de México del "padre Cuevas" (resic). En 650 páginas, no hay ni pies de página ni referencias a fuentes primarias o secundarias que hagan sentir al lector que no estamos ante el dicterio amargo de un viejito reaccionario educado en una escuela de curas.
Pero el problema es que el libro es, nada más y nada menos, que el dicterio amargo de un viejito reaccionario educado en una escuela de curas. A título de ejemplo comento al lector que estoy leyendo en paralelo la biografía de Dean Acheson, Secretario de Estado de Estados Unidos en los 1940s y 1950s. De las 832 páginas que lo componen, alrededor del 40% son referencias a archivos, documentos de época, otros libros, o a conversaciones públicas o privadas. Para no ir más lejos: la monumental biografía de Santa Anna que está haciendo Enrique González Pedrero (reseñada aquí) se toma la molestia de hacer un trabajo de investigación serio sin perder atributos comerciales como la "frescura" o la "familiaridad con el lector."
El libro de Catón no representa más que la salida de clóset de la derecha clerical de provincia de los años 1930s, que pretende que la Iglesia juegue un papel activo en la política y la educación del pueblo. Esa corriente política está condenada a desaparecer: México es cada vez un país más urbano y con la urbanizacíón viene la secularización de la sociedad en automático, al menos en los países occidentales. No obstante, cuando veo a la nueva derecha, su poco sentido común y su incultura, casi me dan deseos de que Catón y los abuelos se queden con nosotros para siempre...
Excelente tu comentario ulises he leido tambien ese libro y francamente es una porqueria, si con el diaz y madero, ya veia como pesimo a este autor, con este aun peor
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