Junto con las cartas de amor que le escribió a su esposa, Apuntes para mis hijos es uno de los pocos textos personales que Benito Juárez dejó a la posteridad. Este breve libro, que abarca desde los primeros años de Juárez hasta su entrada en la primera plana de la política nacional, se lee más como un parte de sucesos que como un texto para un ser querido. La historiografía mexicana del priato utilizó este texto como base para escribir la historia oficial de México; no hay diferencia entre la biografía de Juárez que uno encuentra en un libro de texto gratuito de la SEP y Apuntes para mis hijos; así de holgazán era el priísmo; así de pragmático.
Los historiadores de las últimas generaciones se han esforzado hasta el cansancio en decir que Juárez era un ser humano de carne y hueso y no la estatua de bronce que el Estado mexicano puso en un pedestal inalcanzable. Tienen razón, pero los textos personales de Juárez revelan a una persona adusta, reservada y cuidadosa hasta el milímetro, casi como si supiera que sus palabras serían inspeccionadas con lupa por las generaciones siguientes.
No me quedo con mucho de este libro, pero sí quisiera recuperar el siguiente fragmento de una carta personal de 1865 (en pleno Segundo Imperio) citada por Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva, miembro del SNI, al final del libro:
"Que el enemigo nos venza y nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar ese atentado entregándole lo que nos exige por la fuerza; si la Francia, los Estados Unidos o cualquier otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio, y por nuestra debilidad no podemos arrojarlo de él, dejemos siquiera vivo nuestro derecho para que las generaciones que nos sucedan lo recobren. Malo sería dejarnos desarmar por una fuerza superior, pero sería pésimo desarmar a nuestros hijos privándolos de un buen derecho, que más valientes, más patriotas y sufridos que nosotros lo harían valer y sabrían reivindicarlo algún día."
No comments:
Post a Comment