Wednesday, January 19, 2011

País de un solo hombre: el México de Santa Anna. Vol. I. La ronda de los contrarios - Enrique González Pedrero

“Santa Anna refleja lo que empieza a insinuarse pero todavía no es, la incierta discordancia de un país donde se desea y no se desea el cambio; donde unos añoran la cohesión de un poder centralizador y otros la autonomía dispersos; donde se está lejos de un consenso amplio de consolidar al Estado.”
-Enrique González Pedrero

Hace unas semanas, Enrique Krauze señaló los paralelismos entre la República Restaurada y  la coyuntura actual en el tema de la seguridad pública. A pesar de su agudo ingenio, Krauze se equivoca. La actualidad de México es más parecida al período entre 1821 y 1857 que a la República Restaurada. Para empezar, los hombres que restauraron la República “parecían gigantes”, según Antonio Caso y Luis González; los políticos de ahora son conocidos como "la generación del no" o "la generación del fracaso," según el comentócrata de elección.

Desde un punto de vista más estructural, la República Restaurada, a pesar de lo que indica su nombre, fue un inicio fresco, tabula rasa, a brand new day. Al terminar el Segundo Imperio, los conservadores fueron expulsados (temporalmente) del juego político, dando oportunidad a los liberales de crear un orden político y social completamente nuevo. Hoy estamos entre un orden que no termina de morir y otro que no acaba de nacer.

Finalmente, la República Restaurada fue producto de las clases medias y los sectores empresariales. Estos años que nos tocó vivir y que llamamos “transición a la democracia” fueron originados -vamos a sincerarnos- por los sectores del sindicalismo mexicano más rancio. A pesar de todo el halo de santidad que lo rodea, Cuauhtémoc Cárdenas no fue otra cosa sino el candidato presidencial de los sindicatos de PEMEX, electricistas, sobrecargos, educación, y demás fauna, que se han opuesto a las reformas modernizadoras que se han tratado de impulsar desde la presidencia de Carlos Salinas.

Estos tres aspectos (una generación de políticos con pequeñez de miras; un orden nuevo que carga taras del pasado, y un proceso de redistribución del poder encabezado por los sectores económicos más conservadores) coinciden con las características históricas de los primeros años de vida independiente. Como la nuestra, la clase política de la primera mitad del siglo XIX no entiende su lugar en la historia del país. Por más bien que hayan escrito, Gómez Farías, Alamán, Zavala, o cualquier político de su generación, estuvieron más dispuestos a morirse por sus ideas que a vivir con las ideas del de en frente.

La Constitución de 1824 es el mejor ejemplo de un orden político que pretende ser nuevo (república federal) con las cargas del pasado (fueros para los curas y para el ejército). Compárese esa dicotomía con el derecho a la información garantizado en el artículo 6° de la Constitución de 1917 y los derechos laborales garantizados por el 123.

Finalmente, la Independencia fue posible solamente porque la Iglesia y el Ejército de la Nueva España la apoyaran al ver sus intereses amenazados, luego de que Fernando VII jurara la Constitución de Cádiz, que pretendía acabar con los fueros.  Igualitos que los sindicatos, que apoyaron al Inge Cárdenas cuando llegó la austeridad fiscal. El impulso pre-moderno tanto de la Independencia como de la democratización del país hace que los dos procesos históricos sean tortuosos por definición.

Todos estos temas y muchos más se tratan en La ronda de los contrarios, el primer volumen de la trilogía País de un solo hombre: el México de Santa Anna, de Enrique González Pedrero. Este es el segundo mejor libro sobre los primeros años de vida independiente de México que he leído. El mejor es, sin duda, Los bandidos de Río Frío, un clásico recomendado por el propio González Pedrero y un magnífico complemento a su obra. González Pedrero, además, escribe en un estilo entre lírico y novelesco que resulta sumamente disfrutable, sin sacrificar el rigor académico.

La trilogía de González Pedrero es un proceso en elaboración. Este primer volumen fue publicado en 1993; el segundo, sobre el que escribiré en unos días, en 2003, y el tercero lo será en algún futuro, esperemos cercano. Evidentemente, el hecho de que los tomos de la trilogía estén saliendo con tantos años de separación permite ver la evolución intelectual del autor. En el caso de González Pedrero, esto es particularmente interesante, porque también podremos ver su evolución política. González Pedrero fue priista de toda la vida, llegando a ocupar la gubernatura de Tabasco. En 1993, cuando apareció La ronda de los contrarios, todavía era salinista. En 1996, pasó al PRD, partido con el que llegó a ocupar un asiento en el Senado. En ese contexto salió el segundo tomo de la trilogía. Ahora, es un intelectual orgánico de AMLO (aquí se puede ver al lumpenproletariado lopezobradorista silbándole y pidiéndole que termine su discurso rápido porque “viene el agua”, en uno de los múltiples eventos en el Zócalo en los que el loco López ha presentado su proyecto alternativo de nación).

Podría decir muchas cosas sobre un académico-político que ha cambiado 3 veces de ideología que de repente se pone a escribir sobre el político mexicano más maromero de toda la Historia Patria. Pero no lo voy a hacer.

Lo que sí voy a decir es que este es un libro excelente. Antes de reconciliarse con su pasado, México haría bien en reconciliarse con su presente. Leer y disfrutar un libro de tanta calidad, no importa por quién haya sido escrito, es un buen inicio.


***

Nota al margen que no pude insertar en la redacción del post:
La ronda de los contrarios dedica un capítulo a la participación de México en el Congreso de Panamá, la iniciativa de Bolívar para crear una confederación continental. González Pedrero narra cómo México boicoteó el proyecto, después dudó sobre si debería participar en él, y finalmente, cuando ya era un cadáver político, lo apoyó, de todo corazón. El episodio es (tendría que ser) de primer interés para los estudiosos y los practicantes de diplomacia mexicana, pero también debería serlo para los creyentes en la mentira unamita - colmeca del “liderazgo mexicano en América Latina que se ha perdido por culpa de las administraciones neoliberales.” Históricamente, y salvo casos muy contados, México nunca fue líder en la región. Antes bien, desde el Congreso de Panamá, México se ha dedicado a boicotear la “unión latinoamericana”, muchas veces para bien. De hecho, en los episodios más gloriosos y loables de la diplomacia mexicana, como la oposición a la expulsión de Cuba de la OEA, el rechazo a los gorilatos del continente, y el Grupo Contadora, nuestro país ha estado solo.


Foto: Fragmento del mural del Palacio de Gobierno que muestra a Joel R. Poinsett, embajador de Estados Unidos en México en la segunda mitad de los 1820s, y a quien González Pedrero le dedica un capítulo entero. Esta foto ya había sido incluída en este post, en el que expliqué cómo este mural es el único de ideología conservadora en todo el país. El hecho de que el pergamino que sostiene Poinsett sea gris y tenga un compás inscrito, al igual que la bandera estadounidense, señala que Estados Unidos y Poinsett son masones y, por lo tanto, "malos". La cabeza abajo de Poinsett es, por cierto, la de Santa Anna.

4 comments:

  1. Esta interesante Cempa, voy a buscar los libros. Otro bueno del tema es la novela de Enrique Serna, es un gran periodo!
    Ahora, aclaraciones:
    1. El Inge Cardenas no gano la presidencial del 2000, y cuando gano, se la quitaron. En 2000 gano el Director de la Coca (que no tiene sindicato).
    2. Intelectual organico junto a una alabanza a Salinas Gortari: me temo que has leido la biografia del presidente incomprendido. Si es el caso, lo siento mucho.

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  2. Caballero. Un gusto verte por estos lares. Coincido contigo que la novela de Serna es muy buena.
    Respondo a tus aclaraciones:
    1. El símil era entre Hidalgo y Cárdenas. Hidalgo se levantó pidiendo que regresara Fernando VII porque sabía que Napoleón iba a terminar con los fueros. Igualito que el Inge, que se levantó a favor de la democracia (después de ser príista de toda la vida) cuando se acercaba la reforma económica que iba a acabar con los privilegios de los sindicatos que representaba.
    2. El intelectual orgánico de AMLO que alababa a Salinas para conseguir chambas era González Pdrero. Yo solamente reconozco el carácter modernizador de Carlos Salinas.

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  3. Mi estimado Cempa, veo con más claridad dónde está el símil (y hasta lo escribo con acento, después de cambiar de computadora). Está bien, provocador y original, aunque no sé si aguante un estudio más profundo de la vida de Hidalgo y del Inge. Del primero, por ejemplo, es famosa su afición por la ideología francesa liberal, de ahí que llamaran a su tertulia "La pequeña Francia". Del segundo, es loable su respeto a la democracia y las instituciones (a pesar de que éstas no lo respetaron a él).
    2. Salinas también trató a Krauze, Meyer y otros de "intelectuales orgánicos". Aún no entiendo qué es lo que dice con ello: si se trata de una difamación o un cumplido. Tú cómo usas el término?
    un abrazo!

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  4. Las instituciones del período tampoco respetaron a Hidalgo, y lo que iniciaron fue más grande que ellos mismos.
    El término intelectual orgánico lo inventó Alejandro Gramsci, intelectual que de tan alternativo se le conoce como contra-Marxista. Según Gramsci, intelectual orgánico es toda persona que, con sus escritos y obras culturales, busca perpetuar las superestructuras económicas de la sociedad. En ese sentido, el término ha adquirido una connotación bastante negativa (intelectual orgánico es el capataz, pues...). En épocas más recientes, el término ha sido utilizado en México para describir a todo intelectual que tiene afiliación con un partido político (o sea, todos).

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