Para el optimista, esta es una fusión de lo moderno con lo nuevo con cierto toque de lucha de clase latinoamericanista con alcances artísticos -para ponerlo en términos fidelistas- intergalácticos. Para el enemigo del pueblo, los tonos de bar de la elite de La revancha del tango son una muestra de cómo la izquierda sólo quiere convertirse en derecha (cómo olvidar al Ché en los yates de los gusanos días después del triunfo de la Revolución): listillos que quieren adueñarse de los medios de producción en nombre del pueblo mientras toman martinis en sus casas en la playa con sus meretrices, como hacían los oligarcas anteriores.
En realidad, La revancha del tango fue un disco revolucionario cuando fue lanzado, hace diez años. Después le siguieron gente como Nortec y otros que buscaron mezclar música tradicional con electrónica. Por su culpa, La revancha del tango es valorado desde una perspectiva política y no artística. Peores cosas han pasado.
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