"Nunca pensé que la imaginación pudiera toparse alguna vez con un escollo tan estúpido como la falta de papel."
Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa. Estos son los nombres que vienen a la mente de los lectores contemporáneos cuando se les pide nombrar a los representantes del realismo mágico. Pocos recuerdan ya a Alejo Carpentier, que precedió por unos cuantos años a la generación del boom, y que introdujo el concepto de "lo real maravilloso" a las letras latinoamericanas.
García Márquez pone barcos en medio de la selva y hace que le salgan crustáceos a un dictador para dar la sensación de que la realidad y la fantasía se mezclan; a Fuentes le bastó hacer una novela corta narrada en segunda persona y ambientada en una casona oscura al lado del Congreso mexicano. A Carpentier le bastó narrar el acontecer diario de la selva: troncos que resultan ser cocodrilos; serpientes que se confunden con lianas; mujeres frondosa. En la narrativa de Carpentier, la selva es, a la vez, entorno, protagonista, y fusión de magia y realidad.
En Los pasos perdidos, Carpentier además hace un experimento literario sumamente interesante: la novela entera es una narración en primera persona y los diálogos son casi inexistentes. En toda la novela, no se menciona el nombre del protagonista-narrador ni una sola vez. Carpentier era también un musicólogo y las referencias a compositores, en su mayoría barrocos, están presentes a lo largo de toda la novela. Resulta interesante, para los que pueden leer y escuchar música a la vez, mezclar el barroco de la selva transmitido por el narrador con la música de, por ejemplo, Telemann. (también sería interesante combinar música barroca y selva con merengues o macarrones franceses, pero eso ya sería demasiado burgués...)
Como buen escritor latinoamericano engagé, Carpentier idealiza el mundo rural y demoniza la rutina de la urbe -el protagonista vive en una ciudad europea, así que peor... Las alabanzas al mundo de pobreza rural y atraso material presentes en todo momento pueden parecer un poco ingenuas a casi 50 años de la publicación de Los pasos perdidos (o a lo mejor no; el surgimiento y apoyo a movimientos como el de Evo Morales o el EZLN es testimonio de que la utopía indigenista goza de cabal salud en América Latina y el mundo). En el peor de los casos, la descripción de la vida en la selva es un testimonio de la forma en que las élites latinoamericanas veían la pobreza rural; en el mejor, una excelente pieza de literatura.
Todo lo que escribí y más es desarrollado por el propio Alejo Carpentier en la entrevista presentada a continuación. Pero lo mejor, como siempre, es leer el libro más allá de lo que el autor pueda decir al respecto...
Una anécdota del buen Carpentier: resulta que, en una de sus tantas estancias en París, ciudad a la que amaba más que o casi como a La Habana, obligado por su tarea de embajador de la Revolución a simular solidaridad proletarea, el buen Carpentier entraba por una puerta del Metro, y salía por otra puerta de la misma estación, donde lo esperaba su chofer, con el cual recorría burguesa y cómodamente todas las calles que lo llevaban de su casa a la Embajada.
ReplyDeleteEsa anécdota demuestra que es un latinoamericano de cepa.
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