Hasta hace como 50 años, a la mayoría de los varones de familia de burguesía hispanoamericana (conjunto que, obviamente, incluye a España) les daba, en algún momento de su vida, por escribir poemas "en estricto romance bien romanceado." Y leían sus creaciones en fiestas, bodas, y así. La mayoría de esos poemas eran basura panegirista dirigida a un jefe, un amigo, una enamorada, o una pareja de novios, que se conformaba con que las últimas palabras de los versos rimara entre sí con cierta gracia y alternancia, y que su número de sílabas fuera consistente a lo largo del poema. Esa tradición ha desaparecido prácticamente por completo, aunque hay un bombero poeta en El Callao, en Perú, que todavía publica sus cuadernos y los vende por cinco soles.
El responsable de esa fiebre poética fue Rubén Darío, el hombre que introdujo el Modernismo a las letras de habla española, y creó toda una estética alrededor del color azul y la figura del cisne (leer "Blasón"). Comparar a Darío con sus miles de imitadores es bastante injusto: mientras sus imitadores creían que combinar palabras para tener métricas y rimas perfectas era como resolver ecuaciones, Rubén Darío combinó las palabras usando técnicas de poesía clásica como quizá nadie lo ha hecho en los últimos 500 años. Rítmica y matemáticamente, las poesías de Rubén Darío son perfectas, más allá de su valor literario, que es infinito.
Y sin embargo, el destino de Rubén Darío ha sido bastante triste. En vida fue considerado el primer meteco de la historia de América Latina, a pesar de que algunos de sus poemas, como "A Roosevelt", podría ser firmada por cualquier izquierdista anti-yanqui de nuestros días. Hasta los críticos del modernismo, muchos de los cuales criticaron a Darío por ser vendido a los franceses y a los europeos, deben reconocer que poemas como "¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello?" son una reivindicación de la América Hispana.
El legado estético de Darío fue víctima de su propio éxito. Ante la oleada de imitadores y admiradores, pronto salieron críticos dispuestos a cometer el parricido cultural innato a las actividades artísticas. Quizá la crítica más bella y acabada al Modernismo y a Rubén Darío es el poema "Tuércele el Cuello al Cisne" de Enrique González Martínez.
En la actualidad, Rubén Darío es apenas leído. En parte porque la poesía ya no interesa a nadie, pero en también porque la gente que fue forzada a leer sus poemas ha ido muriendo. Hace unos meses, Google sacó una herramienta llamada Ngram Viewer que permite saber qué tan frecuentemente es mencionada una palabra o un conjunto de palabras en los libros que se han publicado en toda la historia. La serie de tiempo que se obtiene al computar "Rubén Darío" en el corpus de libros publicados en español desde 1880 es la siguiente (link a la imagen original):
Los valores en el eje vertical no son relevantes. Lo que destaca es cómo la popularidad de Rubén Darío alcanzó un primer pico alrededor de 1920. Después, tuvo un "revival" alrededor de 1970, que quizá se deba a que la gente que lo leyó en su juventud en 1920 empezó a publicar libros cuarenta años después, en los cuales el autor nicaragüense aparecía mencionado. Desde entonces, la "popularidad" de Rubén Darío presenta una clara tendencia a la baja. Dudo que las páginas de internet que tienen poemas de Darío compensen su pérdida de popularidad en el mercado de los libros, pero ojalá me equivoque.
Si el precio de que la gente lea la poesía de Rubén Darío es que luego algunos egomaniacos hagan poesías malas, creo que es algo que todos podemos soportar.
Mientras tanto, siempre estará Mozart, el cual le gustaba mucho a Darío.
La herramienta de Google está genial!! Ahora la pienso consultar para otros autores....
ReplyDeleteUna anécdota curiosa: estaba con el Nicaragua en los portales de Cholula, jugando ajedrez. Se acercó un niño de la calle y preguntó por el libro que teníamos en la mesa. Era de Ruben Darío. "Así me llamó yo", dijo el chamaco y se lo regalé. Pero lo más curioso de la historia es que el chamaco se fue muy contento, no le di dinero, sólo el libro. Yo pensé que la gente ya no se emocionaba tanto con un libro...
El Nicaragua, siempre en los mejores momentos. Es una anécdota muy linda.
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